Tengo 51 años y hace 12 años me diagnosticaron la enfermedad de Parkinson. Los médicos no pudieron decirme la causa y además me explicaron que la medicación disponible sólo es sintomática, no cura. Cuando me enteré de esto, me propuse buscar aquellas terapias complementarias que fueran capaces de frenar o retrasar el desarrollo de la enfermedad.
Y esto es lo que he encontrado en la Clínica de Neurorehabilitación. Un lugar del que siempre “salgo con menos Parkinson del que entro”. Esto es posible gracias al cariño y al esfuerzo de las terapeutas, a la solidaridad de los otros pacientes y a un entorno sanador.
Tan sencillo y tan reconfortante a la vez.